lunes, 2 de diciembre de 2024

¿ERES DOCENTE MOSCA O DOCENTE ABEJA?


Hay un dicho que dice y dice muy bien que existen dos tipos de personas:

- Las personas mosca🪰

Son aquellas que da igual el lugar tan bonito donde las pongas que siempre, siempre, siempre van a encontrar su pedacito de caca.

- Y las personas abeja🐝

Son aquellas que da igual el lugar tan feo donde las pongas que siempre, siempre, siempre van a encontrar la flor y la miel.


En cada rincón del mundo, podemos toparnos con estos dos tipos de personas que, como en la naturaleza, encuentran su espacio según su visión. Las personas mosca que, sin importar cuán radiante sea el jardín, siempre se enfocarán en el rincón menos grato, en las sombras. Las personas abeja que, incluso en un paraje árido, lograrán hallar esa flor que guarda la dulzura de la miel. Ambas viven en el mismo entorno, pero ven y perciben realidades muy distintas.

En educación, este contraste define el clima que reina en nuestras aulas y en nuestros centros escolares.

¿Seremos moscas que buscan problemas en cada esquina 
o abejas que detectan posibilidades en cada reto?

Uno de los problemas a los que nos enfrentamos es que por más que la abeja le explique a la mosca que la flor es mejor que su pedacito de caca, esta no lo va a entender porque siempre ha vivido en ella. Por más que la abeja intente describir a la mosca la dulzura del néctar, esta no podrá llegar a hacerse una idea de dicho sabor. Su mundo, su hábito y su visión siempre la llevará a los lugares oscuros. Pues bien, de igual forma, en nuestros equipos docentes o entre nuestras familias, a menudo nos hallamos con quienes se quedan atrapados en lo negativo, en el fallo, en la crítica constante. 

Pero, ¿cómo podría cambiar la atmósfera de un centro educativo si todos decidiéramos ser abejas?

Ser abeja en educación significa buscar la flor donde parece no haberla. Es reconocer las pequeñas victorias: el alumno que finalmente se atreve a levantar la mano, ese niño que por fin y después de mucho esfuerzo aprende a dividir, el grupo que por primera vez trabaja unido o esa familia que, poco a poco, se acerca más a la escuela. Es también aceptar que, aunque la perfección no existe, el progreso constante es posible si nutrimos nuestro entorno con esperanza, optimismo y compromiso.

Los docentes abejas saben que cada niño es una flor en potencia. Ven en los desafíos oportunidades para crecer juntos, transformando los fracasos en aprendizaje. Estas abejas llevan la miel de la resiliencia y la creatividad a cada rincón del aula y en vez de dejarse llevar por las nubes grises, trabajan con ahínco hasta que el sol vuelva a salir. Esto no quiere decir que los docentes abeja ignoren los problemas, no lo hacen, pero eligen no quedarse atrapados en ellos; eligen buscar lo bueno, lo valioso y lo que merece ser celebrado. Estos docentes inspiran a sus alumnos a ver el lado positivo de las cosas, a buscar soluciones y a reconocer que, aunque no siempre se puede cambiar la realidad, sí se puede cambiar la manera en la que decidimos enfrentarnos a ella. 

Los docentes abeja enseñan con su ejemplo, mostrando que cada día tiene algo bueno que ofrecer si aprendemos a buscar y a ver las flores que nos rodean. Estos docentes no solo buscan flores en sus alumnos, también las buscan en sus compañeros y en las familias. Reconocen el valor de cada compañero, destacando sus fortalezas y aprendiendo de sus experiencias. Ellos saben que las familias, con sus luces y con sus sombras, son un pilar esencial para el aprendizaje y por este motivo cultivan la colaboración, tejen redes de apoyo y construyen comunidades educativas donde todos aportan su néctar. Son conscientes de que en la colmena educativa cada abeja cuenta.

Cuando decidimos ser abejas, nos volvemos arquitectos de climas positivos. Nuestro alumnado siente que sus esfuerzos son valorados y que sus errores son vistos como peldaños hacia el éxito. Las familias se convierten en aliadas y el aula deja de ser un espacio de control para ser un refugio donde todos tienen cabida.

🐝 ¡Seamos abejas! 🐝

Ser mosca es fácil, porque la queja y la crítica siempre encuentran su lugar, pero ser abeja requiere de mucha valentía. Es una invitación a transformar la rutina, a ver belleza donde otros ven monotonía, a creer en el potencial humano aun en los terrenos más difíciles. En nuestras manos está la decisión de cultivar esta actitud y contagiarla en nuestras comunidades educativas.

La próxima vez que veas una flor, recuerda: podemos ser moscas o abejas, pero solo quienes eligen el camino del optimismo y la colaboración logran cambiar el mundo o, al menos, su pedacito de mundo. 

Solo en una escuela llena de “abejas” podemos construir un mundo más amable, más fuerte y más lleno de posibilidades.

viernes, 22 de noviembre de 2024

CÓMO SER UNA ESCUELA SIN TEE (Trastorno Específico de Enseñanza) O SIN TDA (Trastorno por Déficit de Atención)


En un mundo lleno de ruido y distracciones, nuestras escuelas corren el riesgo de desarrollar lo que podría llamarse un Trastorno Específico de Enseñanza (TEE) o un Trastorno por Déficit de Atención (TDA). Sí, escuelas que enseñan mucho pero que logran que sus alumnos aprendan poco; escuelas que no logran centrarse en lo verdaderamente importante: los niños, sus necesidades, sus sueños y sus capacidades.

¿Cómo evitamos caer en estas trampas? ¿Cómo construimos un sistema educativo que, en lugar de enseñar tanto sin ton ni son, inspire a aprender mejor?

No debemos olvidar que nadie es tan grande que no pueda aprender, ni tan pequeño que no pueda enseñar. La enseñanza no es unidireccional; es un proceso compartido, un baile constante entre el saber y el descubrir, entre guiar y dejarse sorprender. Cuando un niño nos enseña cómo ve el mundo, nos regala una perspectiva nueva y fresca que nunca deberíamos ignorar y que siempre deberíamos aprovechar.

En nuestras aulas, la verdadera magia ocurre cuando escuchamos más allá del silencio, cuando vemos más allá de las notas de un examen. Cada alumno es un universo y, como buenos exploradores, debemos estar atentos para descubrir sus estrellas y constelaciones. No se trata de llenar sin más sus mentes de datos; se trata de encender en ellos la chispa del conocimiento. Hacer por hacer y sin parar a reflexionar no nos llevar a ningún lugar ni les permite aprender en condiciones. Reflexionemos, ya que la ciencia y la evidencia nos dice que un sistema educativo sobresaturado de información y que la transmite a alta velocidad atrofia la capacidad de concentración. Y también nos dice que la capacidad de concentración influye en el desarrollo de la inteligencia y de nuestras relaciones sociales, así como en el aprendizaje. ¿Entonces?

Para llegar a ser una escuela sin TEE o TDA hemos de ser conscientes de que la personalización y la inclusión no son modas, son imperativos éticos. No todos aprendemos al mismo ritmo ni de la misma manera y por ello es vital construir programas que abracen esta pluralidad. Una educación inclusiva no solo beneficia a los alumnos con necesidades específicas; enriquece a todos, pues nos enseña que la diferencia no divide, sino que fortalece​​; que la diversidad no es una dificultad, sino una oportunidad.

Nuestras escuelas no deben ser fábricas de contenidos, deben ser hogares de aprendizaje. Como educadores, tenemos la responsabilidad de ser guías atentos, observadores comprometidos y facilitadores del crecimiento personal e intelectual de nuestros alumnos. Más que enseñar, nuestro objetivo debe ser inspirar a aprender, crear entornos donde cada alumno encuentre su camino y su ritmo; entornos donde se sientan queridos y seguros para así poder evolucionar.

Cambiemos el foco. No seamos escuelas con TEE o con TDA; seamos escuelas con alma en las que el aprendizaje sea el verdadero protagonista. Porque al final, lo que realmente importa no es tanto cuánto enseñamos, sino cuánto aprenden nuestros alumnos.

sábado, 2 de noviembre de 2024

LA BUENA EDUCACIÓN, SIMPLEMENTE, DEBE SER VERDAD


El otro día, tomé un café con una madre de tres niños (ya adultos) de los que tuve la suerte de ser su tutor. Ella también es familia de acogida y me decía que el chico que tiene en acogida "va mejor o peor dependiendo del tutor que le toque cada curso escolar". Recuerdo que, después de intercambiar muchas ideas y opiniones, le comenté lo siguiente:

Que un alumno tenga un buen docente que le enseñe y le acompañe no debería ser cuestión de suerte, debería ser cuestión de justicia. Todo alumno se lo merece.

Y aquí estamos de nuevo para intentar escribir algo que tiene su origen en esta idea. Algo que tiene su origen en ese “algo” que le da sentido a todo, la educación.

A partir de aquí, he escrito escuchando esta pieza del gran Ludovico Einaudi:

Comenzaré con esta breve reflexión:

Si la educación es el porvenir y el alma de un pueblo,
¿podemos permitir que sea incierta?
¡La respuesta es no! La respuesta es que...

...LA BUENA EDUCACIÓN, SIMPLEMENTE, DEBE SER VERDAD

La buena educación no es cuestión de azar, es cuestión de justicia;
justicia que debe florecer en las aulas.

La buena educación no es cuestión de casualidad, es cuestión de causalidad;
causalidad proveniente de la reflexión y de la determinación.

La buena educación no es cuestión de probabilidad, es cuestión seguridad;
seguridad garantizada en cada mirada, gesto y palabra.
- -
La buena educación no es una lotería,
no es una moneda lanzada al viento,
ni la suerte que decide a quién le toca.

Es un derecho que nace en cada niño,
un compromiso que debe cumplirse,
una semilla que nunca se tiene que marchitar.
- -
La buena educación no es un golpe de fortuna,
es la causa que abre puertas,
es el cimiento de una comunidad justa,
es un faro que ilumina con equidad.
- -
La buena educación no puede depender
de lo imprevisible, del "quizás" o del "a lo mejor".
Es la certidumbre que todo niño merece,
Es intención, es acción.
Es raíz, tallo, flor y fruto.
Es la utopía de un mundo mejor,
el baluarte contra la ignorancia y la manipulación.
- -
La buena educación es un acto consciente,
es el respeto que moldea mentes despiertas,
es la brújula que orienta con precisión.
Es el pulso firme que alienta el crecimiento,
el suelo fértil donde germina el pensamiento.
- -
La buena educación no es una excepción
solo para unos pocos afortunados,
es para todos, sin distinciones,
es el motor que impulsa generaciones.
- -
La buena educación no puede depender de leyes;
leyes emanadas de venganzas electorales y de políticas enfrentadas,
ni tampoco de quién se cruce en el camino del niño.
Debe ser garantía y certeza.
- -
La buena educación no improvisa,
no se deja en manos del destino,
es el legado que la sociedad construye,
la base firme de toda humanidad.
- -
La buena educación es más que enseñanza,
es una promesa cumplida, 
un puente hacia el mañana,
Es el hilo invisible que nos une y que nuestro corazón reclama.
- -
La buena educación no es un favor,
es un compromiso firme,
es una deuda que no se puede aplazar.
- -
La buena educación es legítima
y cada paso en su ausencia deja puertas abiertas
a la injusticia, al abandono y a la desigualdad.

Es nuestra responsabilidad:
asegurar que cada niño reciba lo que merece,
que su futuro no penda del deseo pedido a una estrella fugaz.
- -
Pensemos en el poder que tenemos,
en el eco de cada decisión tomada o no tomada,
en que la buena educación no es un privilegio.

Porque, al final, la educación que brindamos
será el reflejo de quiénes somos como humanidad.

Y si queremos construir un futuro más justo
la buena educación, simplemente, debe ser verdad.


* Este post es para ti Mari y para tus maravillosos hijos: Marta, Judith y Guille.

miércoles, 23 de octubre de 2024

DOCENTES DORAEMON: CUANDO EL EXCESO APAGA EL APRENDIZAJE

En un mundo educativo donde parece que cada día surge una nueva metodología, un nuevo recurso tecnológico o una ley educativa más, nos enfrentamos al peligro de convertirnos en docentes con el "síndrome Doraemon". Como este famoso gato cósmico, sentimos la obligación y la necesidad de tener siempre a mano el más novedoso "cachivache" que resuelva cualquier situación, como si la educación dependiera únicamente de la última herramienta innovadora o del método pedagógico de moda.

Este "síndrome Doraemon" nos lleva a creer que cuantos más recursos y materiales tengamos para ofrecer, mejor será nuestro trabajo como docentes. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Saturar nuestras aulas y a nuestros alumnos con un exceso de herramientas y métodos no solo puede resultar contraproducente, sino que también puede generar una sobrecarga que asfixia tanto el proceso de enseñanza como el de aprendizaje. ¡Cuidado con los excesos en el ámbito educativo! Todo exceso suele manifestar una carencia. 

No voy a ser yo quien diga que en educación no es bueno disponer de muchos recursos, ¡claro que lo es! Eso sí, sirven cuando se hace uso de ellos con un propósito claro y en el momento adecuado. Los recursos son muy necesarios, pero más necesario es saber cuándo utilizarlos. Más vale poco para aplicar que mucho para adornar. 

Al igual que una planta que se marchita por recibir demasiada agua, la pirotecnia TPM (tecnológica, pedagógica y metodológica), lejos de enriquecer, puede apagar el verdadero potencial de nuestros alumnos e incluso el nuestro. No se trata de tenerlo todo, sino de saber usar lo que realmente importa y es útil. 

En nuestra búsqueda por ser docentes perfectos, capaces de atender cada necesidad y desafío con una solución instantánea, corremos el riesgo de perder de vista lo esencial: la conexión humana, la escucha activa, la atención a los ritmos individuales y la simplicidad que permite un aprendizaje más profundo y significativo.

No necesitamos ser maestros con un bolsillo mágico lleno de "cachivaches". No necesitamos ser los "Mozart" de la educación. Lo que realmente necesitamos es volver a lo básico: cultivar la paciencia, respetar los tiempos y ofrecer a nuestros alumnos las herramientas necesarias para que ellos mismos descubran, construyan y transformen su propio conocimiento.

Así que, en lugar de intentar ser docentes Doraemon, con recursos infinitos y soluciones para todo, busquemos ser docentes que acompañan a sus alumnos desde el conocimiento, la competencia y la evidencia; docentes que saben cuando dar un paso atrás y que permiten que sean sus alumnos quienes den un paso adelante para tomar la iniciativa; quienes aprendan a resolver, a equivocarse y a crecer. Solo así, podremos formar personas autónomas, críticas y verdaderamente preparadas para enfrentarse a los desafíos de la vida.

Este complejo de gato cósmico del que os hablo, muchas veces, nos lleva a pensar que más es mejor, sin darnos cuenta de que el verdadero aprendizaje florece y se enciende cuando dejamos el "bolsillo mágico" cerrado y abrimos nuestro corazón.

¿Te atreves a dejar de ser un docente Doraemon?

martes, 15 de octubre de 2024

DE "DOCENTE TORRE DE CONTROL" A "DOCENTE AVIÓN"

Imaginad el aula como un aeropuerto. Así he llegado yo hasta aquí para contaros lo que os voy a contar. 

Durante años, muchos docentes hemos asumido el rol de una "torre de control", desde donde supervisamos el despegue, el vuelo y el aterrizaje nuestros alumnos, dándoles instrucciones desde lejos y vigilando, con mirada atenta, sus trayectorias. Pero… ¿es esto lo que verdaderamente hoy necesita nuestro alumnado? Me gustaría proponeros un cambio de perspectiva: dejemos de ser "docentes torre de control" y convirtámonos en "docentes avión", que se elevan y sobrevuelan su aula para verla mejor, pero que también aterrizan en la mesa de aquellos que más lo necesitan en cada momento.

Un docente no puede quedarse siempre sentado, viendo cómo los alumnos avanzan solos por el aire haciendo actividades repetitivas y, en muchas ocasiones, descontextualizadas de un libro de texto sin más, como si todos tuvieran el mismo combustible, como si todos conocieran la ruta a la perfección. Cada uno vuela a una velocidad distinta, a una altitud diferente y con desafíos únicos. Es ahí, justo ahí, donde debemos transformarnos en docentes "avión", volar y aterrizar en el lugar preciso para ofrecer el apoyo adecuado.

La pedagogía del vuelo

Ser un "docente avión" significa estar en constante movimiento para adaptarse a las necesidades de cada niño. A veces, el alumno necesita volar en solitario, pero otras veces, requiere que descendamos para situarnos junto a él, para sentarnos en su "cabina" y para ayudarle a controlar las turbulencias del aprendizaje. No basta con observar desde la distancia; hace falta actuar con precisión, ofreciendo pequeñas dosis de atención, preguntas que despierten la reflexión y apoyo emocional para que pueda seguir su trayecto.

El arte de despegar y de aterrizar con propósito

El maestro que se mueve por el aula, que vuela y aterriza, no es el que "salva" al alumnado, es el que le enseña a ser autónomo. Acompañar no es hacer el trabajo por ellos, es ayudarles a encontrar las herramientas necesarias para despegar por sí mismos. Este rol de "piloto acompañante" promueve la autogestión y la reflexión crítica, habilidades esenciales para la vida presente y futura de cualquier persona.

Dejar de ser torre de control también implica una renuncia a la vieja idea de la que ya hablé en otros post, la idea del ABF (Aprendizaje Basado en Fichas) y del CAS (Culo Atornillado a la Silla) como única fuente de aprendizaje, como yugo que esclaviza nuestra manera de enseñar y su forma de aprender. El libro de texto no puede ser la única pista de despegue. Hay que diversificar y enriquecer, llevar al alumnado a explorar nuevos cielos, con experiencias vivenciales, proyectos y retos que no solo los mantengan ocupados, sino que les hagan sentir la brisa en la cara mientras avanzan.

El viento bajo sus alas

Nuestros alumnos, al igual que los aviones, necesitan el viento correcto para volar. Ese viento es el entorno emocional y pedagógico que los rodea, y como docentes, somos responsables de que lo reciban. Volar no es solo adquirir conocimientos, es también desarrollar habilidades sociales, emocionales y creativas. Por eso, cuando aterricemos en su mesa, no nos olvidemos nunca de preguntarles cómo se sienten, ya que un alumno que se siente bien aprende mejor; ya que cuando el corazón está tranquilo, el cerebro está más dispuesto y activo.


Dejemos de ser una torre que da órdenes desde las alturas y convirtámonos en ese avión que vuela junto a ellos, aterrizando cuando sea necesario, pero siempre permitiéndoles ser los pilotos de su vuelo; siempre enseñándoles a volar y a encontrar su propio horizonte.

Cuando lo hacemos bien, no solo guiamos el despegue, sino que les enseñamos a dominar los cielos por sí mismos y a aterrizar con seguridad. Así que, querido maestro, querida maestra, ajusta tus alas, respira profundo y vuela. ¡Tus alumnos te están esperando!

Educar es volar juntos y saber que el cielo no siempre es el límite.

jueves, 12 de septiembre de 2024

VER SUS ALAS, BUSCAR SU CIELO


He escrito este post escuchando este tema del pianista Ludovico Einaudi. Os recomiendo leerlo escuchándolo.


En cada aula, detrás de cada pupitre, se esconde un universo por desvelar. Nuestros alumnos son mucho más que notas y tareas; son almas que esperan ser vistas y oídas, que necesitan que alguien esté ahí para ayudarles a descubrir sus alas y para que puedan, en algún momento, alzar el vuelo. Pero... ¿cuántas veces nos detenemos lo suficiente como para realmente verlos? ¿Cuántas veces afinamos nuestros oídos para escuchar las melodías únicas que cada uno de ellos nos quiere tararear o cantar?

Cada día que pasa estoy más convencido de que la educación es un arte 
en manos de tejedores de alas y de exploradores de cielos. 

Cuando hablo de alas, me refiero a esas habilidades, a esos talentos innatos que cada niño trae consigo; son los sueños dibujados en los márgenes de un cuaderno, las ideas que florecen en una conversación al final de la clase, ese mensaje que escribirían en una cápsula del tiempo para su yo futuro. Nuestro deber como educadores es intentar percibir esas alas, apreciarlas en todo su esplendor y ayudarles a desplegarlas sin miedo.

Pero detectar sus alas no es suficiente; debemos buscar su cielo, crear esos espacios donde puedan volar y explorar sus propias capacidades. Para ello es necesario huir de la pirotecnia educativa de la que ya he hablado en otras ocasiones, esa que deslumbra, pero no alumbra​. No es cuestión de tener el aula llena de recursos infinitos, sino de disponer de aquellos que realmente sumen, que realmente conecten con ellos. Se trata de construir experiencias auténticas y significativas, donde cada alumno encuentre su propio ritmo y su propia música. Al final, lo más importante es cuánto de lo que aprenden los impulsa hacia adelante para acercarlos a ese momento único en el que los pies se despegan del suelo.

Eso sí, debemos ser conscientes de que educar para el vuelo no significa solo celebrar sus éxitos, sino también abrazar sus fracasos como parte del proceso de aprender a volar. Es ayudarlos a comprender que, al igual que en la vida, en el vuelo hay corrientes de aire que elevan y otras que empujan hacia abajo. Es mostrarles que tienen derecho a equivocarse y que en cada caída puede hallarse una lección escondida.

Para ver sus alas y buscar su cielo, debemos primero deshacernos de aquello que no nos permite percibir ni escuchar con claridad: el ruido de las evaluaciones que solo etiquetan y condenan​, la obsesión con lo inmediato y lo cuantificable, el miedo a no seguir el ritmo frenético de las tendencias educativas, la burocracia elevada e innecesaria... Aligeremos nuestra carga y enfoquémonos en lo esencial: en el ser humano que se sienta cada día frente y junto a nosotros, en esos ojos que nos miran esperando ser vistos y descubiertos.

Démosles y démonos la calma, el espacio y el tiempo necesario para que juntos podamos ver esas alas y buscar esos cielos; la calma, el espacio y el tiempo necesario para que cada uno pueda volar tan alto como sea capaz de volar; la calma, el espacio y el tiempo necesario para que cada uno se sienta valorado, escuchado y capaz; la calma, el espacio y el tiempo necesario para que vuelen su propio vuelo.

Si alguien ha de poner límites al cielo o techos sobre sus cabezas, ese no ha de ser nunca el maestro.

Ver sus alas,
buscar su cielo.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

MI NUEVO LIBRO - EDUCAR CON LAS OTRAS TIC: TIEMPO, INTERÉS Y CARIÑO


Me hace mucha ilusión compartir contigo que he publicado mi nuevo libro “Educar con las otras TIC: tiempo, interés y cariño” con la editorial Grijalbo.

Es un libro escrito con el corazón y en el que he desnudado mi alma. Un libro para docentes y familias con los pies en la tierra y la cabeza en las estrellas. Estoy feliz de que ya sea una realidad y de que ahora pueda ser tuyo y acompañarte.

El prólogo lo ha escrito Jorge Ruiz de Maldita Nerea y el epílogo Mar Romera. Dos seres maravillosos, dos grandes amigos a los que quiero y admiro. ¡Un regalo que estén a mi lado en este nuevo viaje!

Me gustaría dejarte claro que no he escrito este libro para convencerte de nada, sino simplemente para contarte todo aquello de lo que estoy plenamente convencido, para compartir contigo mi forma de ver la educación, entendiendo siempre que existen otras formas tan válidas o mejores que la mía. También porque, de una u otra manera, necesitaba leerlo.

He de confesar que empecé a escribir pensando principalmente en que los destinatarios de mis palabras fuesen los padres y los educadores, pero creo que todo lo que aquí hallarás es aplicable a cualquier ámbito de nuestras vidas y a cualquier profesión.

En estas páginas descubrirás que el secreto para educar con las otras TIC (tiempo, interés y cariño) no es otro que empezar a propagar lo que me gusta llamar el Efecto Purpurina, un efecto basado en el optimismo, en la búsqueda de soluciones, en el tiempo, en las emociones y en la confianza. Un efecto que contagia e ilumina.

Ya disponible en cualquier librería y plataforma online:

lunes, 3 de junio de 2024

LOS MAESTROS SOMOS ÓPTICOS


He escrito este artículo escuchando esta canción de Ludovico Einaudi:

En muchas ocasiones, nuestros hijos e hijas, nuestros alumnos y alumnas, no suelen hacer lo que les decimos, pero en muchos momentos, sí suelen hacer lo que hacemos. No me cansaré de repetirlo, enseñamos más con una vez que hagamos que con veinte que digamos. El ejemplo enseña y educa; el ejemplo es una gran fuente de aprendizaje que nunca debemos obviar ni desaprovechar. Todos sabemos que las palabras pueden impresionar, pero son las acciones las que van más allá y logran enamorar y perdurar

Ojalá que con nuestro ejemplo consigamos hacer realidad estos "ojalás":

Ojalá se ponga de moda elogiar a otros
y buscar el lado bueno de las cosas.

Ojalá se ponga de moda ayudar los demás
y agradecer mucho más.

Ojalá se ponga de moda ser amable
y saludar con una sonrisa.

Ojalá se ponga de moda disfrutar de lo simple
y respetar las diferencias.

Ojalá que cuando cualquier hijo o alumno piense en el respeto y en la bondad, piense en su madre, en su padre, en su maestro o en cualquier amigo o familiar. Eso sería muy buena señal.

De una manera o de otra, debemos convertirnos en una especie de ópticos que ayudemos a nuestros hijos o alumnos a enfocar la mirada para descubrir las necesidades que existen a su alrededor; para que se conviertan en la mejor persona que puedan llegar a ser; para que nunca les deje de doler el dolor ajeno; para que se den cuenta de que no existe persona más inteligente que aquella que se preocupa por la gente; para que nada bueno les quede por decir al otro y nada necesario les quede por hacer por el de al lado; para que miren el mundo a través de la lentes de la empatía, de la honestidad, de la colaboración, del respeto, de la solidaridad, de la responsabilidad y de la valentía.

Nuestras acciones y nuestras palabras son semillas que pueden brotar y transformarse en posibilidades y en realidades. El ejemplo es contagioso y una de las principales herramientas que tenemos en nuestras manos para educar. Es bueno saberlo, es bueno tenerlo en cuenta. Contagiad bien y no miréis a quién.

Esto requiere de nosotros, los docentes, dos acciones que deberíamos llevar a cabo de manera más habitual:

1. Cambiar, a menudo, alguna lección del libro por alguna lección de vida, teniendo en cuenta siempre
que tu sonrisa puede ser revulsivo, refugio y salvación para muchos de tus alumnos.

2. Desenjaular a nuestros alumnos que viven enjaulados en jaulas, "en-aulados" en aulas. Esas escuelas
suelen dejar secuelas.

En algunas de las entrevistas que suelen hacerme siempre hay una pregunta que se repite: ¿Qué es para ti educar? Pues bien, me atrevo a responderla de la siguiente manera:

Para mí, educar es soñar personas abiertas y sensibles a las realidades del mundo y hacer todo lo que esté en nuestras manos para que ese sueño se convierta en realidad. 

Personas capaces de vestirse con distintas pieles y de caminar con otros zapatos.

Personas que quieren para el otro lo que quieren para sí mismas.

Personas que tallan las palabras que pronuncian con delicadeza hasta que adquieren esa forma exacta que les permite encajar en corazones ajenos.

Personas que son conscientes de que toda persona puede mejorar o empeorar la vida de otra persona y asumen esta responsabilidad. 

Personas capaces de llorar con las tristezas de otros y capaces de reír con sus alegrías.

Personas que saben que nuestro planeta necesita más humanidad y más unidad.

Personas valientes que se atreven a amar, a hacer lo que hay que hacer, a unir fuerzas para superar las dificultades y a buscar soluciones a los problemas.

Personas que conscientes de que si cada uno de nosotros pusiéramos una simple y pequeña tirita al planeta, este dejaría de desangrarse y empezaría a curarse.

Personas que aprender a vivir como se ha de vivir:

Vivir la vida sin ser
un problema para el que
tenemos en frente.

Vivir la vida sin pisar
a otros para prosperar.

Vivir la vida sin criticar
a los demás.

Vivir la vida llevando
paz allí donde nos haya tocado estar.

Vivir la vida.
Vivirla de verdad.

Personas con bocas vacías de reproches, recubiertas de respeto y con corazones sin rastros de rencor.

Personas con mentes abiertas y libres de odio.

Personas con oídos repletos de escucha y de comprensión.

Personas con manos llenas de esperanza y con miradas que rebosan empatía.

Personas con sonrisas impregnadas de sinceridad y con abrazos colmados de amistad.

PERSONAS, eso somos, eso educamos, PERSONAS.

jueves, 29 de febrero de 2024

SU INFANCIA SE VA SI UN MÓVIL, ANTES DE TIEMPO, LES DAS

La infancia es el patio en el que jugaremos el resto de nuestra vida; la casa que siempre habitaremos.

¿Queremos que la infancia de nuestros niños y niñas sea más fugaz de lo que ya lo es? ¿Queremos que se les vaya antes de tiempo? 

Su infancia se va si un móvil, antes de tiempo, les das.

Su infancia se va cuando dejan de jugar y una pantalla empiezan a observar.

Su infancia se va si cara a cara dejan de dialogar y se dedican a chatear y wasapear.

Su infancia se va cuando en el parque ya no quedan y en línea se empiezan a conectar.

Su infancia se va cuando sin wifi no saben estar y su creatividad se empieza a marchitar.

Su infancia se va cuando viajan secuestrados por una película o por una consola y se olvidan de cantar y de contemplar lo que hay más allá de la ventana.

Su infancia se va cuando antes de lo permitido abren TikTok o Instagram y la naturaleza dejan de visitar.

Su infancia se va cuando a Google todo van a buscar y las preguntas y respuestas propias empiezan a escasear.

Su infancia se va cuando todo el día con la tablet están y a los ojos se dejan de mirar.

Su infancia se va cuando con los videojuegos se comienzan a obsesionar y del "pilla pilla" o del escondite empiezan a pasar.

Su infancia se va cuando dejan de disfrutar de la belleza de la vida y solo están preocupados de retransmitirla. 

Su infancia se va cuando con un dispositivo digital se van a acostar y es lo primero que miran al despertar.

Su infancia se va cuando la tecnología los consigue aislar y no son capaces de hacer y mantener amigos en la vida real.

Su infancia se va cuando el móvil omnipresente está y a él pueden acceder en cualquier momento y desde cualquier lugar.

Su infancia se va cuando del entorno que les rodea dejan de disfrutar y les cuesta salir del mundo virtual.

Su infancia se va cuando les cuesta resolver cualquier desafío intelectual y a Internet siempre recurren para intentarlo solucionar.

Su infancia se va cuando sin conocimiento alguno empiezan a navegar y en el inmenso mar de la Red van a naufragar.

Su infancia se va cuando con extraños empiezan a chatear y engañados, manipulados y extorsionados serán.

Su infancia se va cuando ven lo que no deben ver a su edad y normalizan lo que no es normal.

Su infancia se va cuando a través de las redes construyen su identidad y piensan que a más likes más van a gustar.

Su infancia se va cuando con emoticonos todo expresan y se olvidan de la importancia de abrazar de verdad.

Su infancia se va cuando los placeres cotidianos empiezan a "pantallizar" y se olvidan de ver, oler, saborear, tocar y escuchar.

Su infancia se va cuando ya no se saben controlar y no son capaces de desconectar.

Su infancia se va cuando consiguen un sobresaliente en "Habilidades virtuales" y suspenden en "Habilidades sociales".

Su infancia se va cuando sin estar preparados un teléfono mal llamado "inteligente" les pones en las manos.

Su infancia se va cuando utilizamos la tecnología como chupete emocional y los hacemos dependientes y esclavos de ella.

Su infancia se va si como madre, padre o educador no asumes tu responsabilidad y atento no estás.

Su infancia se va cuando ejemplo al respecto no das y haces lo contrario de lo que insistes en predicar.

Su infancia se va cuando nadie habla a la hora de comer y cenar y una televisión roba las miradas y las palabras; cuando la caja tonta todo lo acapara.

Su infancia se va cuando enciendes muy a menudo una pantalla y a la vez, sin darte cuenta, a ellos los apagas.

Su infancia se va y muchas cosas importantes se perderán.

Su infancia se va y no volverá jamás.

Su infancia se va y durante toda su vida, para bien o para mal, les acompañará.

Su infancia se va y con ella, quizás, algo más.

Tú verás.

miércoles, 8 de noviembre de 2023

"ZAPPING" EDUCATIVO

Os recomiendo leer este artículo escuchando esta maravillosa obra de Ludovico Einaudi:

Se murió una planta de tanta agua que le di. 

Entendí entonces que dar de más, aunque sea bueno, 

no siempre es lo correcto, no siempre es lo mejor, 

no siempre es lo necesario.

En educación, cambiamos constantemente de "canal" sin llegar a disfrutar y a profundizar nunca en nada. El exceso de metodologías, de tecnología y de leyes educativas es tan malo como la ausencia de estas. 

Este zapping educativo al que asistimos y en el que vivimos inmersos nos conduce ineludiblemente a convertirnos en "docentes Doraemon" que se sienten obligados a tener de todo para todo y para todos. Este complejo de gato cósmico nos lleva, en muchas ocasiones, a saturar nuestras aulas y a creernos insustituibles, aunque la realidad es otra y todos sabemos que el mundo no dejará de girar sin nuestra presencia; que existen muchos más caminos que el propio para educar, para vivir; que no solo nosotros somos capaces de hacer fructificar aquello que tenemos planificado para nuestro alumnado; que sin tanto también es factible hacer la cosas bien o incluso de manera más conveniente.

Hay un dilema muy moderno y de total actualidad: 

Existen incontables plataformas y canales de televisión, pero pocas películas y series realmente interesantes de ver. 

Demasiadas opciones nos alejan de la serenidad y de la tranquilidad que se requiere para alcanzar aprendizajes duraderos y profundos; de la serenidad y de la tranquilidad que se precisa para trabajar con creatividad y eficiencia.

Ya sabéis que, al menos en nuestro país, no existen leyes educativas, existen venganzas, vendettas electorales. Nuestras leyes de educación cambian sin cesar, sin llegar a sumergirnos en los aspectos realmente importantes de las mismas. Si en todas las leyes educativas figura que nuestra educación debe ser personalizada, también debería figurar que nuestra ratio será bajada. A aspectos como este me refiero.

A veces, para escuchar hay que callar la boca, al igual que para ver hay que cerrar los ojos. Si lo hacemos, nos daremos cuenta de que hoy, en el ámbito educativo, hay muchas herramientas, estrategias, metodologías y materiales considerados “tradicionales” que deberían seguir en nuestras aulas y hogares por su demostrada eficacia y valía. Al igual que hay muchas herramientas, estrategias, metodologías y materiales considerados “innovadores” que no deberían estar en ellas por su falta de validez y por su ineficiencia para generar aprendizajes.

Un restaurante que se especializa en una selección de platos suele ser mejor que aquel que ofrece una carta infinita, ¿verdad? Desde mi punto de vista, con las escuelas ocurre lo mismo y más vale poco bueno que mucho regular o malo.

Dicho zapping educativo nos puede confundir, desorientar y paralizar. Debemos saber filtrar y huir de las metodologías y de las herramientas que tan solo son moda o tendencia decorativa y aprender a elegir aquellas que realmente sean útiles y que se adaptan a nuestro contexto y a nuestros objetivos.

Vivimos en la época del tiempo sin espera. Parece que se rechaza todo lo que no es inmediato e instantáneo, ¿no os parece? Está claro que para empezar a hacer algunas cosas, hay que dejar de hacer otras. Este quehacer frenético puede conducirnos a una merma de los aprendizajes y eso no puede ser ni lo apropiado ni lo pretendido por cualquier centro educativo. Disminuir la marcha, dejar de cambiar constantemente de canal se ha convertido, hoy en día, en un imperativo de supervivencia y en garantía de éxito.

Otro tema que nos pueda desconcertar es el uso de las TIC. En educación hay que estar ojo avizor porque la tecnología puede enmascarar, camuflar y disfrazar de innovación cosas que no lo son. Además, hemos de ser plenamente conscientes de que, en un colegio o en un instituto, la tecnología ha de servir siempre para aprender, nunca para distraer. 

Me gusta que mis alumnos utilicen la tecnología, pero no me gusta nada que la tecnología utilice a mis alumnos. Por este motivo, debemos fomentar su espíritu crítico para que sean capaces de ver los peligros escondidos de las TIC y para que aprendan a utilizarlas con sensatez.

Recordad que las TIC sin un propósito claro son un auténtico despropósito; que la tecnología sin metodología es simple y cara cacharrería que poco o nada pinta entonces en nuestras aulas y en nuestros hogares.

La velocidad con la que introducimos metodologías, tecnologías y leyes en las aulas y en nuestro sistema educativo no va acorde con la velocidad con la que se generan y se asientan los aprendizajes.

Aprenden más cuando el ritmo es el adecuado,

aprenden más cuando los recursos son simplemente los necesarios, 

aprenden más cuando nos paramos, aprenden más cuando no saturamos, 

aprenden más cuando no los mareamos, aprenden más cuando los escuchamos, 

aprenden más cuando deliberamos, aprenden más cuando crean con las manos, 

aprenden más cuando con ellos contamos, 

aprenden más cuando manejamos a la perfección las materias que impartimos, 

aprenden más cuando con cariño y respeto les hablamos, aprenden más cuando evaluamos con sentido,

 aprenden más interactuando y reflexionando, aprenden más cuando focalizamos, 

aprenden más cuando de autonomía les dotamos, aprenden más cuando en su justa medida les exigimos,

 aprenden más cuando sus ritmos respetamos,  aprenden más cuando simplificamos, 

aprenden más cuando los acompañamos, aprenden más cuando no los etiquetamos, 

aprenden más evocando y utilizando los conocimientos adquiridos, 

aprenden más cuando les decimos cómo van y les damos un feedback adecuado, 

aprenden más cuando a las familias involucramos, aprenden más cuando planificamos, 

aprenden más cuando creemos en ellos, aprenden más cuando los alentamos, 

aprenden más cuando les enseñamos diferentes caminos para llegar a un destino, 

aprenden más cuando nos coordinamos, aprenden más cuando sus intereses contemplamos, 

aprenden más cuando los miramos, aprenden más cuando reímos, 

aprenden más cuando somos ejemplo viviente de todo aquello que enseñamos, 

aprenden más cuando, sencillamente, ahí y para ellos estamos,

aprenden más...