lunes, 9 de junio de 2025

DE SESIONES DE “DEVALUACIÓN” A VERDADERAS SESIONES DE EVALUACIÓN: CLAVES PARA QUE SEAN ÚTILES Y TRANSFORMADORAS


Las sesiones de evaluación deberían ser una oportunidad para mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje, para compartir miradas y construir estrategias que acompañen al alumnado. Sin embargo, en muchos centros educativos, estas reuniones acaban convirtiéndose en una sucesión de etiquetas, diagnósticos rápidos y comentarios negativos que no conducen a ninguna mejora real.

La evaluación es mucho más que una calificación, mucho más que dar una opinión. Es un acto profesional, ético y colectivo. Evaluar no es solo ver lo que falta, sino comprender el punto de partida, valorar el progreso y trazar caminos posibles para seguir avanzando; y también valorar aquello en lo que se destaca. Por este motivo, es fundamental transformar estas sesiones en espacios verdaderamente útiles y transformadores.

Estos podrían ser algunos de los errores comunes que podemos cometer en las sesiones de evaluación:

1. Centrar la conversación exclusivamente en las notas:

Cuando todo gira en torno a los números, se pierde de vista el proceso. Las notas son un síntoma, no el diagnóstico completo. El rendimiento académico debe analizarse a la luz de múltiples factores: el contexto, la evolución, los intereses, las oportunidades.

2. Repetir comentarios negativos sin análisis ni propuestas:

Expresiones como “no hace nada”, “siempre está despistado” o “no se esfuerza” son frecuentes, pero vacías si no se acompañan de una reflexión sobre el porqué, sobre los motivos. Además, estas frases tienden a etiquetar al alumno y dificultan el diseño de respuestas educativas útiles.

3. Falta de estrategias concretas para la mejora:

Es habitual señalar problemas sin generar acciones. Si no hay una propuesta pedagógica asociada a la observación, la evaluación se convierte en una simple queja.

4. Monopolio de la palabra por parte de unos pocos docentes:

En muchas reuniones, una o dos voces dominan la conversación, mientras que el resto del equipo se limita a asentir o a permanecer callado. Esto empobrece la visión del alumno y reduce las posibilidades de encontrar soluciones conjuntas.

5. Uso de un lenguaje poco profesional y respetuoso:

La forma en que hablamos sobre el alumnado revela nuestra ética profesional. Comentarios despectivos, chismes personales o valoraciones que entran en lo íntimo o en lo familiar sin sustento ni necesidad pedagógica no tienen cabida en un espacio docente. Hablar de los alumnos exige respeto, el mismo respeto que tendríamos si ellos o sus familiares estuvieran presentes. En estas sesiones pregúntate: ¿Permitiría que hablen así de mi hijo, primo o sobrino? Si la respuesta es no, alza la voz, pasa a la acción y busca una solución.


Ahora os propongo cinco ideas clave para transformar las sesiones de evaluación:

1. Convertir las sesiones en espacios de reflexión colectiva:

Proponer dinámicas que permitan abrir la conversación, compartir perspectivas y construir un relato común. Una buena práctica es iniciar la reunión con una ronda de fortalezas, donde cada docente señale una evolución positiva o una cualidad destacable de su grupo o de un alumno concreto.

2. Utilizar rúbricas o criterios comunes de seguimiento:

Diseñar entre todos indicadores observables que guíen la evaluación más allá del rendimiento académico: autonomía, participación, convivencia, expresión oral, esfuerzo, etc. Esto permite objetivar la observación y facilita la comparación de momentos evolutivos.

3. Revisar evidencias de aprendizaje, no solo notas de exámenes:

Llevar a la sesión materiales reales: cuadernos, grabaciones, presentaciones, rúbricas de autoevaluación, etc. Esto permite un análisis más profundo y matizado del proceso. Hay vida y aprendizaje más allá de la PIE (Prueba Individual Escrita) que suele aparecer a partir de 3º de Primaria o de la FSA (Ficha Sin Ayuda) que solemos hacer en cursos como 1º o 2º de Primaria.

4. Proponer acuerdos pedagógicos concretos para cada alumno que consideremos o clase:

No basta con decir “tiene que mejorar”. Hay que formular acuerdos claros: “hablaremos con su familia para reforzar hábitos de estudio”, “le ofreceré una rúbrica simplificada”, “trabajaremos por parejas para mejorar su motivación”, etc.

5. Fomentar la corresponsabilidad y el trabajo en equipo:

Evitemos frases como “eso le toca al tutor” o “en mi asignatura no tengo problema”. La educación es tarea de todos y todos debemos implicarnos en la mejora del alumnado.


Estas son algunas herramientas que nos pueden ayudar en este proceso:

• Tablas colaborativas con observaciones cualitativas:

Antes de la reunión, cada docente puede completar una hoja compartida donde anote fortalezas, dificultades y sugerencias por alumno y/o clase. Esto optimiza el tiempo y da orden a la conversación.

• Protocolos de reflexión docente:

Preguntas como “¿Qué ha cambiado desde la última evaluación?”, “¿Qué funcionó bien con este grupo?” o “¿Qué necesita este alumno para avanzar?” ayudan a estructurar un diálogo productivo.

• Recursos visuales colaborativos (Padlet, Wakelet, Genially...):

Pueden servir para plasmar acuerdos, visualizar compromisos, proponer ideas o construir mapas de intervención pedagógica.


Y no me gustaría terminar este artículo sin decir alto y claro que el lenguaje también educa y que es muy importante el cómo hablamos del alumnado.

Uno de los aspectos más descuidados, pero más importantes en las sesiones de evaluación es el lenguaje que usamos. Frases como “es un caso perdido”, “es problemático”, “no tiene remedio” o “es como su madre” no solo son irrespetuosas, sino que perpetúan prejuicios, desvalorizan la labor docente y pueden tener consecuencias muy negativas si llegan a familias o alumnos.

Bajo mi punto de vista, es esencial que todo el equipo docente:

• Use un lenguaje respetuoso y profesional, centrado en hechos y observaciones pedagógicas.

• Evite etiquetas y generalizaciones que reduzcan al alumno a un único comportamiento.

• No entre en comentarios personales sobre familias o contextos que no estén directamente relacionados con lo educativo.

• Asuma que cada alumno es un sujeto en proceso y que nuestra responsabilidad es acompañar, no juzgar.

Las sesiones de evaluación son un acto pedagógico colectivo. No se llevan a cabo para emitir juicios ni para repartir notas; se llevan a cabo para analizar, comprender, proponer y mejorar. Si cambiamos el lenguaje, si centramos la mirada en el proceso, si priorizamos el respeto y si fomentamos el trabajo en equipo, las reuniones de evaluación pueden convertirse en uno de los momentos más valiosos de nuestra tarea como docentes.

Te animo a que en tu próxima sesión de evaluación:

• Propongas iniciar con una ronda de fortalezas.

• Cuides tu lenguaje: piensa si lo que vas a decir construye o destruye.

• Lleves una propuesta concreta para cada alumno del que hables.

• Pregunta a tus compañeros: “¿Cómo podemos ayudarle juntos?”.

Creo firmemente que una evaluación bien hecha no transforma solo al alumnado, 
también transforma al equipo docente y, en consecuencia, a toda la escuela.