viernes, 22 de noviembre de 2024

CÓMO SER UNA ESCUELA SIN TEE (Trastorno Específico de Enseñanza) O SIN TDA (Trastorno por Déficit de Atención)


En un mundo lleno de ruido y distracciones, nuestras escuelas corren el riesgo de desarrollar lo que podría llamarse un Trastorno Específico de Enseñanza (TEE) o un Trastorno por Déficit de Atención (TDA). Sí, escuelas que enseñan mucho pero que logran que sus alumnos aprendan poco; escuelas que no logran centrarse en lo verdaderamente importante: los niños, sus necesidades, sus sueños y sus capacidades.

¿Cómo evitamos caer en estas trampas? ¿Cómo construimos un sistema educativo que, en lugar de enseñar tanto sin ton ni son, inspire a aprender mejor?

No debemos olvidar que nadie es tan grande que no pueda aprender, ni tan pequeño que no pueda enseñar. La enseñanza no es unidireccional; es un proceso compartido, un baile constante entre el saber y el descubrir, entre guiar y dejarse sorprender. Cuando un niño nos enseña cómo ve el mundo, nos regala una perspectiva nueva y fresca que nunca deberíamos ignorar y que siempre deberíamos aprovechar.

En nuestras aulas, la verdadera magia ocurre cuando escuchamos más allá del silencio, cuando vemos más allá de las notas de un examen. Cada alumno es un universo y, como buenos exploradores, debemos estar atentos para descubrir sus estrellas y constelaciones. No se trata de llenar sin más sus mentes de datos; se trata de encender en ellos la chispa del conocimiento. Hacer por hacer y sin parar a reflexionar no nos llevar a ningún lugar ni les permite aprender en condiciones. Reflexionemos, ya que la ciencia y la evidencia nos dice que un sistema educativo sobresaturado de información y que la transmite a alta velocidad atrofia la capacidad de concentración. Y también nos dice que la capacidad de concentración influye en el desarrollo de la inteligencia y de nuestras relaciones sociales, así como en el aprendizaje. ¿Entonces?

Para llegar a ser una escuela sin TEE o TDA hemos de ser conscientes de que la personalización y la inclusión no son modas, son imperativos éticos. No todos aprendemos al mismo ritmo ni de la misma manera y por ello es vital construir programas que abracen esta pluralidad. Una educación inclusiva no solo beneficia a los alumnos con necesidades específicas; enriquece a todos, pues nos enseña que la diferencia no divide, sino que fortalece​​; que la diversidad no es una dificultad, sino una oportunidad.

Nuestras escuelas no deben ser fábricas de contenidos, deben ser hogares de aprendizaje. Como educadores, tenemos la responsabilidad de ser guías atentos, observadores comprometidos y facilitadores del crecimiento personal e intelectual de nuestros alumnos. Más que enseñar, nuestro objetivo debe ser inspirar a aprender, crear entornos donde cada alumno encuentre su camino y su ritmo; entornos donde se sientan queridos y seguros para así poder evolucionar.

Cambiemos el foco. No seamos escuelas con TEE o con TDA; seamos escuelas con alma en las que el aprendizaje sea el verdadero protagonista. Porque al final, lo que realmente importa no es tanto cuánto enseñamos, sino cuánto aprenden nuestros alumnos.