sábado, 12 de agosto de 2017

LOS MAESTROS SOMOS PINTORES

Hay un gran pintor al que admiro, se llama Alejandro Vargas y tengo la suerte de que sea el abuelo de mis hijas. En esta fotografía transformada en ilustración aparece enseñando a pintar a mi hija mayor Amélie, guiándola y dejándola ser en este apasionante mundo que desde pequeña observa en su día a día. ¡Gracias, Óscar Rubio por esta fantástica ilustración!

Para empezar el post voy a recordar lo que dos grandes amigos dicen de él:

* Antonio Gamoneda (premio Cervantes): “Entren ustedes en un bosque con los ojos cerrados. Ábranlos lentamente. Permanezcan, por favor, en silencio. Verán y no verán. Se habrá producido una desaparición de la perspectiva y una identificación en los límites de los cuerpos vegetales. Las luces y las sombras hierven y se penetran; quizá con violencia, quizá con dulzura, pero siempre, compruébenlo, la naturaleza está ahí, revelando los increíbles, los ocultos colores de la selva, los prismas secretos de la materia. Si han conseguido apresar este instante, están ustedes dentro de un cuadro de Alejandro Vargas”.

* Ángeles Caso (premio Planeta): “Al igual que admiro las calidades del alma de Alejandro Vargas, admiro las de su pintura, que son las mismas. Porque ella es el propio Vargas; o mejor aún, el fondo auténtico de él mismo”.

Pues bien, cada vez que veo a Alejandro pintar, pienso que los maestros somos pintores que ayudamos a nuestros alumnos a pintar sus sueños y a trazar sonrisas en las caras tristes. También pienso que si educamos cómo él pinta, cómo él sujeta y desliza sus pinceles, estaremos contribuyendo a mejorar la educación y con ella el mundo.

Les ayudamos a pintar sus sueños dejándoles ser, dejándoles pintar su propio cuadro con los colores que ellos elijan y respetando su curiosidad y creatividad. Sin curiosidad no existe aprendizaje, la necesitamos porque a través de ella llegamos a la creatividad. Entendiendo la creatividad como una actitud ante la vida que requiere que los docentes hablemos menos y escuchemos y observemos más. Hay algo en estas dos palabras que debe alegrarnos y no es otra cosa que la curiosidad y la creatividad se transmiten de manera bidireccional. Los docentes podemos transmitirlas y generarlas en nuestros alumnos y a la vez, ellos en nosotros para que también sigamos pintando nuestro sueños.

Les ayudamos a trazar sonrisas en las caras tristes haciendo de los colegios sitios donde docentes, alumnos y familias puedan ser ellos mismos; sitios en los que todos nos sintamos queridos. Para ello, no tenemos más que empezar a hacer una serie de regalos inmensos y muy baratos: sonrisas, palabras, abrazos, apretones de manos, miradas, gestos… Otro gran regalo que podemos regalar y a la vez regalarnos es la empatía, entendiéndola como la mejor manera de hacer turismo por otras personas, de ver con otros ojos, de sentir con otros corazones, de pensar y entender con otros cerebros, de tocar con otras pieles, de escuchar con otros oídos y de hablar con otras bocas. Si llenamos los colegios de estos grandes regalos estaremos trazando y enseñando a trazar a nuestros alumnos sonrisas en las caras tristes.
Gracias, Alejandro, por hablarle al silencio y pintar para los demás lo que te cuenta.
Gracias por enseñarle a mis hijas a hacerlo y llenar su infancia de colores.