miércoles, 19 de agosto de 2015

UN BUEN MAESTRO SE PONE UN CHUBASQUERO PERMEABLE

Todos los docentes deberíamos entrar en el aula con el convencimiento absoluto de que vamos  a aprender de nuestros alumnos más de lo que podamos enseñar. El aprendizaje entre alumnos y profesores es (o debería ser) recíproco y la edad es un factor irrelevante tanto para enseñar como para aprender.

Siempre que entro en clase veo a mis alumnos como esa lluvia fresca de verano, ese chirimiri tan agradable que deja olor a tierra mojada cuando cesa. Ante esa lluvia tan refrescante no se nos ocurre ponernos un chubasquero impermeable. Lo mejor es ponerse otro chubasquero, un chubasquero especial y permeable que nos permita disfrutar, empaparnos y nutrirnos de cada gota de agua.

Esas gotas de agua representan todo aquello que nuestros alumnos nos pueden enseñar: a ver el lado sencillo de la vida, a perdonar, a soñar, a divertirse, a jugar, a hacer amigos, a ser creativos o innovadores, a sonreír, a confiar en los demás, a explorar, a asombrarse, a pedir ayuda, a atreverse, a tener pensamientos esperanzadores, a extender el límite de lo posible, a pasar a la acción, a no rendirse, a perseguir sueños, a hacer castillos en el aire, a intentarlo de nuevo, a desplegar las alas, a no tener miedo, a convertirnos es esponjas absorbentes dispuestas a aprender.

Para mejorar, para aprender, para innovar, para educar, hay que mojarse. ¡A disfrutar de la llovizna con nuestro chubasquero permeable!