Una escuela empieza a ser creativa cuando se atreve a innovar y a soñar. Desde ese momento la escuela enseña a sus alumnos a mirar con los ojos del corazón y a descubrir el misterio que se oculta en cada detalle y en cada persona. Responde a las inquietudes de los alumnos, a su necesidad de jugar, crear e inventar. Hace consciente a cada alumno de sus potencialidades y aumenta, de esta manera, su autoestima. Cambia la repetición ordinaria por actividades que avivan el pensamiento y despiertan la creatividad.
Sé que no es fácil, pero tambien sé que es posible.
¿Por qué conformarnos con gatear si podemos volar en un pegaso?