lunes, 18 de mayo de 2015

MI INNOVACIÓN

Cuando pensamos en innovación educativa nos viene a la cabeza un gran entramado de metodologías,  pedagogías, recursos TIC, etc. Este entramado puede resultar muy útil, siempre y cuando, haya tenido lugar antes lo más importante: disfrutar de la vida y disfrutar haciendo lo que haces. Un profesor que disfruta en clase hará que sus alumnos disfruten, y por lo tanto, estará innovando. ¿O acaso existe mayor innovación que ser feliz y conseguir que los demás lo sean?

Si realmente queremos innovar en educación tenemos que dar a nuestros alumnos la confianza y los recursos necesarios para que alcancen la felicidad por sí mismos y para que disfruten haciendo lo que hacen. Para generar esto el mayor recurso que tenemos está en nosotros. Nuestros ojos, nuestras orejas, nuestra boca y nuestro corazón nos permitirán observar, escuchar, dialogar y sentir. Sin estos verbos no puede existir innovación. Nos permiten crear lazos, estar presentes y vivos en clase. Nos permiten conocer a nuestros alumnos, recoger sus emociones, descubrir sus intereses y talentos. 

Sin duda, el factor humano es clave para generar innovación. Podemos tener los mejores reactivos (alumnos, recursos, instalaciones...), pero si no cuidamos los medios de reacción (relaciones, integración, educación emocional...), ¿de qué sirven?

Estamos acostumbrados a complicarnos la vida en busca de la tan ansiada innovación. Lo más difícil  es simplificar, saber qué quitar sin estropear lo que tenemos, reconocer la esencia de las cosas. Esa debe ser siempre la primera premisa de la innovación. Esta no solo surge del profesorado, también puede surgir de los alumnos y de las familias, pero para que así sea no podemos olvidarnos de la primera y más valiosa innovación: 
(I = Ojo + Oreja + Boca + Corazón).
(I = Observar + Escuchar + Dialogar + Sentir).

Os animo a confiar en esta innovación, merece la pena creer en esas cosas que parecen diminutas y que causan emociones y cambios gigantescos.