A cualquier padre o madre:
Crees que le regalas un teléfono móvil a tu hijo, pero, en realidad,
le estás regalando tu hijo, y su infancia, al teléfono móvil.
Las palabras son pequeñas llaves que abren grandes puertas. Y esta frase, que no es solo una advertencia, sino una invitación a mirar más allá de la pantalla, abre una puerta urgente: la de la infancia que se va diluyendo entre notificaciones, algoritmos y pantallas encendidas a todas horas y en todos lados. Porque sí, el móvil llega envuelto en una caja, pero también en una trampa. Una que no se ve a simple vista, pero que atrapa sin avisar.
La infancia es ese lugar mágico donde el tiempo no se debería medir en likes y sí en charcos, juegos inventados y risas verdaderas. Es un lugar que necesita aire libre, juegos en las calle, tierra en las manos, cabañas en los árboles, silencio para aburrirse y palabras para contarse. Cuando el móvil entra demasiado pronto, la infancia comienza a irse de puntillas, como si no quisiera molestar. Sucede lo que ya comenté en otro post publicado en este blog: "Su infancia se va si un móvil, antes de tiempo, les das".
Cuando regalamos un teléfono móvil, muchas veces creemos que estamos dando autonomía, pero olvidamos que la autonomía no se mide por la capacidad de desbloquear una pantalla; se mide por la capacidad de discernir, de elegir con criterio, de decir “no” cuando todos dicen “sí”. Y eso, ningún móvil lo enseña.
Los estudios son claros. Según la Sociedad Española de Pediatría, el uso excesivo de pantallas en edades tempranas se asocia con problemas de atención, dificultades en el sueño, aumento de la ansiedad y reducción de la empatía. El móvil no es neutro. Educa, moldea, transforma... incluso cuando creemos que no hace nada. Y lo más peligroso no es el contenido, es el tiempo que roba. Cada minuto en la pantalla es un minuto que no vuelve: de conversación, de aburrimiento creativo, de juego espontáneo, de mirada compartida. Es un trueque silencioso: infancia a cambio de entretenimiento inmediato.
Nos toca como familias tomar decisiones incómodas, valientes y conscientes. Nos toca proteger la infancia, sus infancias.
Acompañar en lugar de delegar.
Supervisar en lugar de suponer.
Escuchar más y juzgar menos.
Mirar más allá del “todos lo tienen”
y preguntarnos: ¿qué necesita realmente mi hijo?
No necesitan una pantalla en sus manos; necesiten una mano que los sostenga y los acompañe mientras crecen. No necesitan guasapear sin parar y navegar a la deriva por Internet; te necesitan a ti.
No se trata de demonizar la tecnología, abogo más por humanizarla. Creo en la absoluta necesidad de poner límites no para prohibir, sino para proteger. De recordar que el cerebro de un niño necesita experiencias reales antes que estímulos virtuales. Que necesita presencia antes que pantallas. Juego libre antes que apps. Que a la alta tecnología ha de llegarse después de haber transitado y disfrutado de la baja tecnología. Que en la era de la IA (Inteligencia Artificial) hay que educar con IN (Inteligencia Natural). Un niño no necesita un móvil para ser feliz. Necesita infancia. Y la infancia no se descarga, no se actualiza... se vive.
Acompañemos sin miedo, pero con criterio. Pongamos palabras donde otros ponen silencio. Demos tiempo en lugar de cosas innecesarias. Cuando regalamos un móvil demasiado pronto, no estamos regalando un simple aparato. Estamos cediendo un territorio que no se debería negociar: el territorio sagrado de crecer despacio a la velocidad de un abrazo.
Nos toca decidir con conciencia cuándo, cómo y para qué entra el móvil en la vida de nuestros hijos. No lo hagamos por presión, ni por moda, ni por miedo. Hagámoslo desde el amor y la responsabilidad. Hagámoslo cuando realmente estén preparados para ello, nunca antes de tiempo. Educar también es saber decir “aún no”. Y cuando ese momento llegue, no será el móvil quien les acompañe, seremos nosotros, paso a paso, mirada a mirada para que aprendan a utilizar la tecnología con criterio y no sea la tecnología quien los utilice a ellos.
Y recuerda, la infancia no se regala. Se cuida. Se cultiva. Se celebra. Se protege.