Existen muchas riquezas en el mundo, pero ninguna de ellas es comparable con la diversidad de pensamiento, con el hecho de que ninguno de nosotros es igual a los demás.
Lo que me preocupa y he experimentado en primera persona es ver cómo esa riqueza se convierte en una de las mayores pobrezas humanas. Activamos con facilidad el espíritu crítico gracias a un automatismo cerebral que nos lleva a ello. El problema no es el espíritu crítico en sí, que considero positivo y necesario; el problema es que esa crítica suele centrarse en la valoración negativa de otra persona, de un hecho o de una situación simplemente por que no encaja con nuestra visión y con nuestra forma de entender el mundo. Entonces nos convertimos en auténticos pistoleros y disparamos rápidamente la crítica pertienente. Lo hacemos sin pensar, sin un mínimo análisis previo y sin eso que tanto pedimos a nuestros alumnos, sin empatía.
Yo me he cansado de malgastar gran parte de mi vida analizando los defectos de los demás, con los míos ya tengo bastantes. Me he cansado de la crítica destructiva que nos perjudica psíquica e intelectualmente.
En educación, como en otros muchos campos, desconocemos el verdadero significado de la palabra crítica. Proviene del verbo griego Krino, que significa valorar, juzgar. Su etimología nos tiene que hacer entender que criticar no es hablar solo de aspectos negativos, sino que también hay que valorar los aspectos positivos.
Creo que uno de los factores que nos lleva a la crítica tóxica es la gestión que hacemos del tiempo:
- No tenemos tiempo para oírnos, pero sí que lo tenemos para desoírnos.
- No tenemos tiempo para reunirnos unos minutos, pero sí que lo tenemos para discutir.
Si queremos que nuestros alumnos tengan un espíritu crítico equilibrado y justo debemos empezar por tenerlo nosotros. Yo intentaré conseguirlo de la siguiente manera:
- Expresando mis necesidades mediante peticiones claras, en vez de quejas, reproches y exigencias.
- Intentado entender las necesidades de los demás, aunque estas me lleguen en forma de quejas, reproches o exigencias.
- Aprendiendo a escucharme para aprender a escuchar a los demás.
- Expresando mi desacuerdo sin ataques ni reproches.
- Oyendo el desacuerdo de los demás sin sentir rechazo ni agresión.
- Practicando la tolerancia, la comprensión, el agradecimiento y el reconocimiento.
- Reprimiendo la acción de culpar de mis males a todo lo que es externo a mí.
- Sabiendo que de nada sirve quejarse de todo sin asumir la responsabilidad de nada.
"Pon los ojos en ti mismo y guárdate de juzgar las obras ajenas. Al juzgar a los demás se ocupa uno en vano, erra muchas veces y peca fácilmente. Juzgando y examinándose a sí mismo, se emplea siempre con buen resultado". Tomás de Kempis