Páginas

martes, 27 de mayo de 2025

LLENAR MENOS INFORMES Y MÁS CORAZONES



He escrito este post escuchando esta pieza de Ludovico Einaudi. Os recomiendo leerlo con ella de fondo:


Mirar más allá de los papeles,
priorizar a las personas,
llenar menos informes
y más corazones.

Creo que en educación hay una verdad que a menudo olvidamos en medio del ruido de la burocracia: los papeles no sienten, pero las personas sí. En este torbellino de informes, programas, programaciones, actas, sesiones y reuniones, hemos llegado a confundir la finalidad con los medios, cargando nuestras manos (y ordenadores) de hojas y documentos mientras nuestras miradas se alejan de esos rostros; de esos ojos que realmente importan y necesitan ser apreciados.

Educar no es simplemente cumplir con un expediente o con un registro; educar es estar presente y cumplir con quienes realmente debemos cumplir, con nuestros alumnos. Educar es mirarlos no como si fueran un dato, sino como lo que son, un latido único e irrepetible. Deberíamos recordarlo cada vez que el peso de los papeles amenace con encorvarnos y con alejarnos de lo importante de nuestra labor; cada vez que el virus "BERE" (Burocracia Excesiva y Ratio Elevada) nos haga dudar de cuál es el verdadero Norte de nuestra labor. 

Los informes son necesarios, sí, pero nunca deberían ser más grandes que nuestros y sus corazones ni más importantes que las historias de vida que nos cuentan quienes llenan nuestras aulas. 

¿Papeles e informes? Sí, claro, pero los justos e indispensables.

A menudo nos vemos en la tesitura de elegir entre dos pes: Papeles o Personas:

Si quedan 20 actividades sin hacer, tienes eso, 20 actividades sin hacer.

Si quedan 20 papeles sin rellenar, tienes eso, 20 papeles sin rellenar.

Pero… si quedan 20 ojos sin ver, tienes 10 corazones sin atender.

Tú eliges.

Nuestra tarea docente se asemeja a un árbol que florece. Su tronco son las relaciones humanas y esas raíces profundas que conectan con cada alumno, pero últimamente, parece que regamos más las ramas del papeleo que las raíces del vínculo y del afecto. Y como ya dije en otra ocasión en otro post aquí publicado: hasta una planta puede morir de tanta agua que le das si no atiendes lo esencial.

Llenar corazones significa priorizar lo intangible: la mirada llena comprensión, la palabra que alienta, el silencio que escucha... No se trata de huir del trabajo administrativo, se trata simple y llanamente de darle la relevancia que se merece en su justa medida; de priorizar más la pedagogía del corazón que la pedagogía del archivo.

La educación pierde su esencia cuando los verbos "documentar" y "registrar" 
superan a los verbos "acompañar" y "enseñar".

Vivimos en una época de pirotecnia tecnológica, pedagógica y metodológica, que mucho deslumbra, pero que poco alumbra​. Cada innovación, cada nueva ley educativa que tienen a bien regalarnos en cada legislatura parece exigirnos más registros, más evidencias, más justificaciones, más papeleo vacuo. Sin embargo, olvidamos que el aprendizaje no siempre cabe en un gráfico ni se mide en porcentajes y calificaciones. Hay aprendizajes que solo se sienten y que ningún informe podrá capturar. 

Hablando de innovación, yo lo tengo claro: innovar es respetar la diversidad de ritmos de aprendizajes de cada uno de nuestros alumnos; innovar es conseguir o, al menos, intentar que ninguno se quede atrás. ¡Ojo! En educación, la innovación no está en la metodología o en la tecnología (que a veces disfraza de innovación cosas que no lo son), está en nuestra manera de mirar a nuestros alumnos día a día. Innovar no debería ser nunca adornar, saturar o maquillar para que todo siga igual. Y creo que, en estos momentos, muchas de las cosas a las que estamos llamando innovación van en esta línea.

Una buena clase no necesita de mil cacharros y artilugios, necesita eso sí de un docente presente y consciente, capaz de mirar más allá de los estándares y los exámenes​. Enseñar no es un acto distante y mecánico; es un acto profundamente cercano y humano. Por este motivo, toda innovación, todo cambio, toda mejora empieza por ahí, por un docente que está y por un docente conocedor de sus propios actos y de sus consecuencias.

Si nos detenemos un momento, quizás nos demos cuenta de una gran realidad: nuestros alumnos no recordarán los informes que rellenamos, recordarán la forma en que los hicimos sentir y las formas en las que les permitimos aprender. Recordarán al maestro que creyó en ellos, que supo verlos cuando ni ellos mismos lograban hacerlo; recordarán a ese maestro que les ayudó a ser el mejor niño que ese niño podía ser.

Por eso, abogo por un cambio en nuestra forma de enseñar y de evaluar, una pedagogía que priorice el aprendizaje real sobre el cumplimiento formal​. Una pedagogía que valore más el esfuerzo y la evolución que la memorización instantánea para vomitarla en un examen. Una pedagogía que nos permita dedicar más tiempo a llenar vidas de sentido que a llenar carpetas con archivos

Cambiemos nuestra perspectiva; 
que la evaluación sea un puente, no una barrera; 
que el currículo sea un mapa, no una prisión; 
que nuestra labor sea siempre sinónimo de esperanza 
para nuestros alumnos y para la sociedad.

Miremos más allá de los papeles. Demos prioridad a las personas y como he dicho al principio, llenemos menos informes y más corazones.