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viernes, 15 de septiembre de 2023

DIME CÓMO EVALÚAS Y TE DIRÉ ALGÚN "CÓMO" Y ALGÚN "QUÉ"

Dime cómo evalúas y te diré algún cómo y algún qué:

- Qué y cómo enseñas.

- Qué y cómo aprenden tus alumnos.

- Qué mañana construyes.

- Qué futuro buscas.

Creo firmemente que la evaluación no solo mide o comprueba lo que nuestros alumnos han aprendido, sino que también enseña por sí misma y enseña mucho más de lo que creemos. Igualmente creo que la evaluación condiciona todo proceso de enseñanza - aprendizaje y que, por ende, también condiciona al alumnado, al profesorado, a las familias y a la escuela. El enfoque evaluativo por el que optemos incidirá directamente en nuestra práctica educativa y en nuestro día a día. Si no cambia la evaluación, no cambia nada, pero para que esta cambie, debemos modificar el rol del docente y el rol del alumno en todo este proceso.

Por la evaluación debemos empezar si algo queremos cambiar. ¡Empecemos entonces!

Necesitamos encaminarnos hacia una evaluación optimista, una evaluación que crea en los alumnos, que detecte los errores, pero que también destaque lo aprendido y celebre los éxitos; hacia una evaluación más participativa, transparente y justa; hacia una evaluación que se aleje de los infinitivos etiquetar, comparar, discriminar, condenar, clasificar, asustar, jerarquizar, sancionar y sentenciar para acercarse a los infinitivos aprender, comprender, mejorar, acompañar, reflexionar, rectificar, contrastar, comprobar y motivar; hacia una evaluación que genere aprendizaje en todo momento y que no solo sirva para comprobar lo que han aprendido al final del camino; hacia una evaluación que ayude a avanzar a nuestros alumnos, que les permita evolucionar y que les haga saberse y sentirse acompañados.

Ya lo decía Don Quijote: "No hay otro yo en el mundo". En nuestras clases habitan muchos "yoes", todos ellos diferentes. Y yo me pregunto y a la vez os pregunto: ¿Es correcto evaluar a ese conjunto de "yoes" como si fueran un gran y único "yo"? ¿Es honesto?

Repensemos la evaluación, repensemos el tipo de pruebas que debemos plantear a nuestro alumnado. Repensemos para que el alumno aprenda pasando a la acción, investigando, reflexionando, debatiendo, seleccionando, creando, indagando, responsabilizándose, compartiendo, expresando y tomando decisiones. Repensemos para que aprendan más y mejor; para que lo que hoy hayan aprendido les abra las puertas de futuros aprendizajes y para que estos sean competenciales y transferibles. 

Hemos de recordarnos muy a menudo que es evaluación continua, no continua evaluación basada y centrada siempre en pruebas escritas individuales. La evaluación ha de ser concebida como un proceso permanente que se apoye siempre en evidencias de aprendizaje de distinto tipo.

Lo primero que deberíamos plantearnos como docentes es si la prueba o las pruebas de evaluación que vamos a proponer a nuestro alumnado son capaces de generar lo que tienen que generar, algo llamado aprendizaje. Es necesario cambiar la mirada. La evaluación debe generar y afianzar aprendizajes, así como mejorar todo proceso de enseñanza. Quizás, ha llegado el momento de desnormalizar lo que no es normal: evaluar a todos los alumnos durante casi toda su escolaridad con un mismo tipo de prueba consistente en la memorización (unos días o un día antes del examen) de contenidos sin sentido y sin conexión alguna. Después, el docente corrige, devuelve las pruebas y si hay suerte y tiempo, se revisan los aciertos y los errores para reflexionar sobre los mismos. A todos nos suena, ¿verdad?

Realizar diferentes pruebas de evaluación y darle la posibilidad a nuestro alumnado de optar a ellas no es innovación ni tendencia ni moda alguna, es simplemente una cuestión de ética y de justicia que les permitirá demostrar y expresar de distintas maneras lo que saben a través de diferentes vías y canales y poniendo en juego sus conocimientos, destrezas y habilidades para originar, argumentar y justificar sus aprendizajes. 

Quiero que quede claro que no estoy diciendo en ningún momento que este tipo de prueba escrita individual no deba realizarse, bien planteada es necesaria y útil, pero... ¿siempre, siempre, siempre la misma manera de evaluar? Es algo que nos tenemos, al menos, que replantear. Tampoco saldrá de mi boca nunca nada en contra de la memorización, en otro post ya valoro la importancia de la misma en el proceso de enseñanza - aprendizaje. 

Una buena evaluación no debe medir solo lo aprendido. Debe medir la dedicación, el esfuerzo, la constancia, la capacidad para aprender de los errores cometidos. Una buena evaluación no convierte las sesiones de evaluación en sesiones de devaluación. Una buena evaluación permite al alumno aprender y al docente también. Una buena evaluación tiene claro que los términos "aprobar" y "aprender" son sinónimos o, al menos, están estrechamente correlacionados porque un alumno que aprueba debe haber aprendido y por ese motivo, entonces, aprueba y porque un alumno que aprende debe haber aprobado porque lo aprendido así lo corrobora. 

En cambio, nos encontramos con alumnos que aprueban sin haber aprendido. Aprueban simplemente porque han tenido la capacidad y la agilidad de memorizar los conceptos que necesitaban plasmar en la típica y universal prueba de evaluación de la que ya hemos hablado. Pasadas unas semanas, unos meses, es fácil comprobar cómo en sus cabezas ya no queda nada, no ha tenido lugar aprendizaje alguno, pero resulta que han aprobado. Nos encontramos con alumnos que tienen calificaciones muy altas y constatamos, en muchos casos, que no han adquirido ningún aprendizaje, ni mucho menos se ha conseguido que este sea perdurable en el tiempo y significativo para su cotidianidad. Es fácil realizar esta comprobación, ya que en cualquier curso y a cualquier edad mucho de lo escrito en estas pruebas se olvida a corto plazo. Vemos cómo muchos apenas rememoran los saberes trabajados y no son capaces de expresar, utilizar, conectar o aplicar lo que se supone que han aprendido a través del conocimiento generado tiempo atrás. 

Si evaluamos mucho y cambiamos poco, algo falla, ya que todo proceso evaluativo debe conducir a tomar decisiones de cambio. La evaluación descubre, nos da muchísima información que con los alumnos y con las familias debe ser compartida. No podemos robarles el derecho a conocer aquello que la evaluación ha hallado y detectado.

Para terminar, me gustaría simplificar lo aquí escrito y señalar que en todo proceso de evaluación deben tener cabida los elementos que componen lo que he venido a llamar el momento THOR:

Tiempo
Herramientas 
Oportunidades
Retroalimentación


Cuatro simples elementos que pueden ayudarnos a que nuestros alumnos aprendan de la mejor manera posible; 
que pueden ayudarnos a mejorar la educación.